domingo, 18 de noviembre de 2012

La inocencia de la araña




Una película de Sebastián Caullier

SINOPSIS
¿Hasta dónde pueden llegar dos nenas de doce años enamoradas de su profesor? ¿Cuál es el límite entre lo divertido y lo peligroso? ¿Qué separa una fantasía infantil de un plan macabro? ¿Por qué nadie en ese tranquilo colegio de provincia supo ver lo que pasaba?

Todo empezó con una araña…
 
Ficha Artística
Juan Gil Navarro
Lourdes Rodas
Renata Mussano
Gabriela Pastor
Ficha Técnica
Guion y Dirección: Sebastián Caulier
Dirección de Fotografía: Patricia Batlle
Dirección de Arte: Lorena Rubinstein
Sonido: Javier Farina
Asistente de dirección: Lorena Lisotti
Vestuario y Maquillaje: Sandra Fink
Jefe de producción: Federico Eibuszyc
Montaje: Federico Rotstein
Música: Pablo Borghi
Producida por: Daniel Werner
Año de Producción: 2011
Duración: 93 minutos
 
Notas del director
La Inocencia de la Araña es como esos cuentos infantiles en los que los niños viven aventuras imposibles, los padres no existen y los sueños se pueden concretar con un crayón y una hoja de papel. En este cuento lo único real es lo idealizado, no hay mucha diferencia entre lo que se imagina y lo que se ve, entre el impulso y el acto, y el solo hecho de querer algo con muchas ganas es motivo suficiente para ir y agarrarlo. Las consecuencias no existen y, si existen, no importan.
A veces se pone un poco siniestro el cuento, porque ¿qué niño no es siniestro si es observado desde el prisma de un adulto limitado, atado, condenado a sus ataduras morales? De a ratos es divertido el cuento, porque hasta en los momentos más trágicos de la vida hay detalles graciosos y porque quien esto escribe padece una tendencia incorregible a ver lo cómico en cualquier cosa.
En ciertas partes, es un poco triste el cuento porque cuando se ama demasiado, tarde o temprano también se sufre. Por momentos perturba un poco el cuento, porque somos adultos y perdimos la capacidad de emocionarnos dándole de comer un ratón bebé vivo a una tarántula. Y la mayoría del tiempo el cuento da un poco de nostalgia, porque qué lindo era tener doce años, en esa ciudad rodeada de selva y sitiada por los insectos, con ese calor agobiante que duraba todo el año, inventando historias, trazando planes, intentando encontrar -y creando- las conexiones invisibles entre las cosas.
 
 
Notas sobre la película
Sobre el tema y su manera de tratarlo:
El imaginario infantil es un tema que me interesó desde siempre. Trabajé varios años con niños en talleres de cine y me encanta la manera que tienen de construir sentido, de armar relatos y de darle forma a una visión del mundo auténtica, visceral y libre de imperativos morales. Me encanta que mientras los adultos se enternecen por una publicidad del día del padre, de la madre o lo que fuere, los pibes puedan estar pensando en descuartizar insectos, en destruir espiritualmente a un compañerito que agarraron de punto o viviendo aterrados temiendo que haya monstruos en la oscuridad cuando se acuestan a dormir. La infancia es un mundo extraño, complejo y en cierta medida incomprensible. Esta especie de estadio “en bruto” del ser humano me parece fantástico e inabarcable. De ahí vino todo.
 
No me puse a investigar acerca de la neurosis obsesiva en los niños, porque no quería hacer un retrato realista de ese tema. Tampoco quise hablar del despertar sexual femenino, que es un tema del que no tengo ni idea. Cuando escribía la película pensaba en mi propia infancia y en las cosas que yo hacía a esa edad, de ahí salió casi todo: la obsesión por ciertos temas puntuales, la sublimación de esas obsesiones en dibujos y juegos con muñecos, esta cosa detectivesca de atar cabos sueltos tratando de resolver un misterio, el encerrarse en el mundo personal y dejar todo el entorno afuera. Por eso la película a mí me da cierta nostalgia, algo que no estaba en mis planes. Con respecto al enamoramiento de las nenas hacia el profesor de biología, quise salirme del eje del despertar sexual y plantearlo como un juego más, un amor platónico, infantil, sin ningún tipo de finalidad concreta ni connotación sexual directa.
 
Sobre los desafíos que implicó el rodaje:
Los desafíos fueron muy concretos. Para ser una película con cierto despliegue de producción teníamos poco presupuesto, entonces en muchas cuestiones hubo que arreglarse con lo que había y prescindir de cosas que para mí eran importantes. Yo tomé la mayoría de las decisiones narrativas no tanto iluminado por la inspiración sino presionado por el terror de no llegar a filmar lo necesario como para contar la historia. El guión era muy largo y teníamos cinco semanas para filmarlo. Pero, sin lugar a dudas, el mayor desafío fue la conjunción de un director inexperto y dos nenas no actrices, sin la mediación de ningún coach actoral ni nada que se le pareciera. 
 
Sobre Formosa:
La historia de La Inocencia de la Araña sólo podría haberse desarrollado en Formosa. Varias personas que leyeron el guión me recomendaron en su momento que pusiera más cosas “formoseñas” (supongo que hablaban del “color local” que no está presente en la película y del que traté de huir a toda costa, porque odio el costumbrismo) pero -para mí- más formoseña la película no podía ser, al punto de que hay cosas que, creo, sólo la van a entender realmente los formoseños. Y no me refiero con esto a detalles superficiales como el tereré, la “tonada” (que para los formoseños es el verdadero neutro) o ciertos giros dialectales, sino a cuestiones de fondo que tienen que ver con la lógica de funcionamiento de la sociedad, con los discursos que circulan entre los grandes y los chicos y las construcciones imaginarias que se reproducen en el interior de las familias.
 
Cuando escribía el guión, en cierto momento comprendí que las nenas actuaban como portavoces de la moral de la comunidad, apropiándose de discursos que habían escuchado de sus padres, tíos, abuelos, etc., y aplicándolos a su propio análisis de las cosas. Con respecto a este tema, una vez más me volqué a mi propia experiencia: recuerdo las sobremesas familiares de mi infancia en donde los grandes hablaban de todo como si los chicos no estuviéramos ahí, entonces uno después andaba por la vida manejando información que podía ocasionar quién sabe qué desastre, y de alguna manera esos sistemas de razonamiento terminaban incorporándose al propio pensamiento. Todo este tema trato de abordarlo con humor en la película, pero es un humor crítico que pretende generar incomodidad frente a estereotipos conservadores que, lamentablemente, continúan vigentes en el imaginario colectivo.
 
Sobre el director
Sebastián Caulier nació en Formosa en 1984. A los diecisiete años se mudó a Buenos Aires para estudiar en la Escuela Nacional de Realización y Experimentación Cinematográfica (ENERC), de donde egresó en 2006 como Realizador Cinematográfico.  Participó en la película colectiva “Historias Breves V” con su cortometraje “Los extraños” (2008) y en 2009 fue seleccionado para la Residencia de Jóvenes Cineastas Latinoamericanos, de Fundación Carolina y Casa de América, en España.  Participó del programa de documentales  federales “El camino de los héroes”, del INCAA,  con el mediometraje documental televisivo Salvaje, sobre la vida y la obra del médico rural Esteban Laureano Maradona. “La Inocencia de la Araña” es su primera película.


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