viernes, 28 de octubre de 2011

Retrospectiva de Luís García Berlanga


Retrospectiva de Luís García Berlanga en el 26° FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA

         La 26º edición del FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE MAR DEL PLATA será anfitriona del estreno mundial de una muestra retrospectiva de diez películas, en copias de 35mm -restauradas por el ICAA - Ministerio de Cultura de España-, de uno de los mayores renovadores del cine español de posguerra, el valenciano Luis García Berlanga.
         La muestra ofrecerá, conmemorando el primer aniversario de la muerte del renombrado director español, lo más destacado de su amplia filmografía, deteniéndose en los momentos más significativos de la misma, abarcando cuarenta años de brillante carrera.
         Para complementar el material fílmico, el Festival junto con el INCAA editará un dossier de 48 páginas en el que recorre la biofilmografía de Berlanga a través de testimonios y textos críticos. La edición está al cuidado de José Martínez Suárez 
Empezando por Esa pareja feliz (España, 1953), ópera prima tanto de Berlanga como de su codirector, el fundamental cineasta madrileño Juan Antonio Bardem. La obra retrata con sutileza las vicisitudes de Juan y Carmen, humilde matrimonio madrileño que intenta, cueste lo que cueste, no quedarse abajo del tren consumista de la España de posguerra. Siguiendo por el film del mismo año ¡Bienvenido Mister Marshall! (España, 1953), con Berlanga poniendo a prueba una de sus grandes habilidades: la capacidad para superar la censura del franquismo que tuvo su personal humor negro, en este caso haciendo una sátira de las bondades del Plan Marshall, que los habitantes de un pequeño pueblo español aguardan esperanzados, a pesar de que dichas bondades nunca lleguen.

Continuando con sus ácidas sátiras, critica sutilmente al mundo moderno -y más sutilmente a la dictadura franquista- en Calabuche (Italia, España, 1956), a través de la historia de un científico nuclear que huye de la innominada potencia que lo emplea para fabricar bombas y se refugia en un pueblito costero del Levante español, donde la vida es simple y la gente amistosa. Allí, ningún problema importa mucho ni dura demasiado, y “autoridad” o “instituciones” son conceptos más bien abstractos.

         Luego, en Plácido (España, 1961), arremete contra la hipocresía del sector más bienpensante de la España burguesa. La película, originalmente llamada “Siente a un pobre en su mesa”, título que tomó prestado de la paternalista campaña de caridad con que el protocatolicismo franquista buscaba aplacar las conciencias de los más privilegiados en Navidad, no consiguió superar la censura. Probablemente ésta haya sido la película más políticamente incorrecta del director, y seguramente fue la más incorrecta de todas las que han sido nominadas a un Oscar a mejor film extranjero en la historia de la Academia.
         En la que hoy es para muchos la obra maestra de Berlanga, El verdugo (España, Italia, 1963), se retratan dos oficios que contaron con muy mala reputación en un país que se encontró largamente bajo un régimen signado por la muerte: los del verdugo y el enterrador. En esta tragicomedia, el honesto enterrador, tras enamorarse de la bonita hija del verdugo, se convierte a la fuerza en su renuente discípulo y sucesor. Berlanga desplegó en este film los más brutales comentarios sobre la sociedad española, su burocracia, sus desigualdades de clase, sus miserables disputas por los privilegios repartidos a discreción por el Estado, y los mitos franquistas del deber y el patriotismo.
         ¡Vivan los novios! (España, 1970) fue la primera película que Berlanga filmó en colores y quizá sea la más oscura de todo su cine. Puso en el centro de su trama, sin disimulo, la verdadera guerra que se libraba por detrás de chistes chabacanos y jóvenes en estado de excitación: aquella entre la España puritana y reprimida de la dictadura, por un lado, y los vientos de cambio de la época por el otro. Gags y más gags de humor negrísimo, que caminan por la cornisa de la misantropía y corrompen a su paso los tópicos de la comedia picaresca (persecuciones en paños menores, chistes de gays, etc.), para llegar a un final amargo.
         En Grandeur Nature (Francia, España, Italia, 1974) se cierra un ciclo en el que Berlanga y Azcona -su co-guionista desde los '60s-  se dedicaron a mostrar la indefensión del hombre frente a la fuerza avasallante de la mujer (los otros son La boutique, rodado en Argentina, y ¡Vivan los novios!), esta película pasó de ser pésimamente recibida en su época –sobre todo por los grupos feministas– a revalorizarse, con el tiempo, como una de las obras mayores de la dupla. “Tamaño natural” es la crónica del amor entre un dentista en crisis con su esposa, y la muñeca inflable que se hace traer de Japón. Otra demoledora fábula sobre la soledad y la incomunicación, aun más amarga y oscura que las anteriores.
            Más corrosivo y pesimista a medida que avanzan los años, en La escopeta nacional (España, 1978), Berlanga hace una radiografía de la sociedad española al poco tiempo de la caída de Franco, en la que la vida burguesa es sinónimo de repugnancia y mediocridad. De todas las sátiras filmadas por el cineasta valenciano ésta es, sin dudas, la más ácida y desaforada.
            En La Vaquilla (España, 1985) Berlanga hace gala de su atrevimiento y lucidez, animándose a filmar la primera comedia situada durante la Guerra Civil Española. Y no sólo se atrevió, sino que lo hizo magistralmente: La Vaquilla es la historia de un grupo de soldados republicanos que deciden infiltrarse en territorio enemigo para robar un toro del bando franquista, arruinando un festejo con corrida y, de paso, carnear a la bestia para alimentar a los suyos.
         La muestra concluye con Todos a la cárcel (España, 1993) el anteúltimo largometraje de Berlanga, escrito sin Rafael Azcona, su habitual compañero de andanzas. Como es clásico en el cine berlanguiano, la película gira en torno a una pandilla salvaje de integrantes de distintos estratos de la sociedad española, que comparten ocasionalmente un mismo espacio. En este caso es el Día Internacional del Preso de Conciencia, jornada que se desarrolla en la prisión de Valencia, en conmemoración de los prisioneros políticos del franquismo. Allí confluyen antiguos socialistas con ya nada en común salvo una disparatada intención de sacarle ventaja a la ocasión. Un descenso a los infiernos más oscuros y excesivos de la sociedad moderna española.
        

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