miércoles, 26 de agosto de 2015

327 CUADERNOS


Una película de Andrés Di Tella



 


ESTRENO COMERCIAL

5 DE SEPTIEMBRE - MALBA + TV PÚBLICA

10 DE SEPTIEMBRE - Cine Gaumont





SINOPSIS

 
Ricardo Piglia, uno de los grandes narradores de lengua hispana, urgido porvolver a su país, como si de pronto sintiera que se le está acabando el tiempo,renuncia a la universidad de Princeton, y regresa definitivamente a la Argentinadespués de muchos años de vivir en el exterior. Piglia se propone revisarexhaustivamente, por primera vez, su diario íntimo, un registro de 50 años devida. 327 cuadernos idénticos, de tapas negras de hule, guardados en 40 cajasde cartón, lo esperan. Casi 20.000 días registrados. El archivo de una vida. Losdiarios son también una cápsula de tiempo de medio siglo de historia Argentina,desde el derrocamiento de Juan Domingo Perón en 1955 hasta las experienciasguerrilleras de los años 70 y más allá, hasta el difícil presente personal. Piglia empezó el diario a los 16, en un momento de crisis personal y familiar y tambiénsocial, tras el golpe militar de 1955, cuando su padre fue preso. Ese cruce entrelo privado y lo público atraviesa los más de 50 años del diario y se convierte almismo tiempo en el eje de la película.

Piglia se encuentra en un momento decisivo: de alguna manera está pensandoen el fin y en lo que dejará. Revisar esa pila alarmante de cuadernos es una tareapendiente que no está desprovista de tensiones. No es sencillo para nadieenfrentar el pasado y el diario puede ser un testigo incómodo. Piglia empieza latarea, frente a nuestras cámaras, que le sirven de motivación y desafío. Le gustacorrer riesgos. Es su vida privada, que se hará pública. Piensa en adjudicarle esavida a un personaje literario, un alter ego que ha inventado a lo largo de susnovelas: serían “los diarios de Emilio Renzi” pero el material es su propia vida. Enalgún momento piensa incluso si lo mejor no sería quemar los cuadernos. Esatensión entre el deseo y la dificultad se transforma de alguna manera en el focode atención y en un interrogante: ¿de qué manera uno se enfrenta a lasanotaciones de 50 años de vida?, ¿qué nos devuelven esos diarios-espejos?,¿cómo se contempla el pasado?, ¿para qué?.

La película es, en sí misma, una especie de diario cinematográfico quedocumenta, durante más de dos años, ese proceso íntimo de revisión de loscuadernos. Es decir: alguien que revisa, no sin dificultad, su propia existencia. Enesos diarios están las semillas de toda su obra literaria, al igual que toda la obraque nunca escribió. También está el hombre que olvidó haber escrito esaspalabras y que recuerda una vida entera.

El paso del tiempo se percibe a través del registro audiovisual de las cuatroestaciones y de los distintos estados de ánimo del escritor a lo largo del largorodaje, reflejado en un lenguaje cinematográfico asociativo, de imágenes ymetáforas visuales, en clave intimista. No se trata de reconstruir la biografíaconvencional de un escritor, por cierto. Pero en esa mezcla de presente ypasado, la vida de Piglia es como un río subterráneo que fluye debajo de lasuperficie, saliendo a la luz aquí y allá, en episodios que le dan a la película unalínea vertebral, un relato que articula todo y que dejará al espectador con lasensación de haber asistido al develamiento de una vida entera. Es como siapoyáramos nuestro oído en su corazón.
 


FICHA TÉCNICA:

Guión y Dirección Andrés Di Tella
Producción Ejecutiva Gema Juárez Allen, Alejandra Grinschpun, Jennifer Walton
Dirección de Fotografía: Guillermo Ueno
Dirección de Sonido: Roberto Espinoza
Montaje: Valeria Racioppi
Montaje Adicional: Felipe Guerrero
Sonido Directo: Rufino Basavilbaso
Música: Felipe Otondo


Una producción de Gema Films
en coproducción con Lupe Films
2015 - Argentina / Chile
Color
Sound: 5.1 Stéreo
Duración: 76’


 
NOTAS DEL DIRECTOR
 
1. Conocí a Ricardo Piglia hace 30 años. Yo era periodista y estaba haciendo una nota para el diario. Después de grabar una larga charla, me pidió la desgrabación, para revisarla. Cuando me la devolvió, se trataba de otra conversación, aunque hablaba de lo mismo. No la había corregido. Había escrito otra cosa nueva, totalmente diferente, resumiendo la conversación en unos pocos trazos esenciales. A la vez, sumaba una reflexión posterior, disparada por nuestra charla, y una anécdota sencilla que sintetizaba admirablemente toda la problemática del guión. Yo no lo podía creer. Quedó como el mejor registro posible de nuestro encuentro pero me quedé pensando si se trataba, efectivamente, del reportaje que yo había hecho. Después se publicó, en el periódico, no como un texto original de Piglia, que es lo que era, sino como una simple entrevista. Nadie hubiese pensado que se trataba de otra cosa. Para mí fue toda una lección sobre las posibilidades de lo documental.

2. No hay dudas del valor testimonial que tendrá dejar el registro de un tiempo en la vida de un gran escritor, y de un tiempo muy especial, al tratarse de la revisión de su propia vida mediante las lecturas de su diario de cincuenta años. Lo que saldrá a la luz de los diarios será un registro personal y al mismo tiempo una especie de “cápsula de tiempo” de la vida argentina de medio siglo. Pero lo que más me interesaba, como desafío, era encontrar una forma cinematográfica de iluminar la meditación permanente de Piglia sobre este problema: ¿No hay un grado de ficción en cualquier relato de los hechos? ¿Qué pasa con la verdad cuando el escritor empieza a seleccionar y cambiar lo que está registrado en los cuadernos? ¿Y qué le pasa al ser humano detrás del escritor al enfrentarse con un espejo en el que no siempre se reconoce? “En los diarios aparece un desconocido -me dice-. No es la misma persona que conocen los amigos. Se trata de alguien más oscuro, violento, sentimental, vulnerable. Alguien que sólo existe en las páginas acumuladas de los cuadernos”. Entre el testimonio y la imaginación, entre el sueño y el documento, entre el recuerdo y el trabajo de la ficción, entre las imágenes y el sonido, entre las distintas dimensiones narrativas de la película, se develará una vida. Pero la vida no es sólo pasado y, en el presente, sucede lo inesperado: el dolor. Y la pregunta: ¿cómo seguir?

3. Hace tiempo que quería hacer el experimento de realizar un diario cinematográfico. Contra lo que puede suponerse a partir de mis películas autobiográficas familiares, yo no filmo casi nunca fuera del contexto de un proyecto concreto de película. Mi mujer se queja: en casa de herrero, cuchillo de palo. ¡No tenemos home movies! Me compré una cámara, por primera vez en muchos años, para probar cómo sería hacer mi propio diario fílmico, sin más proyecto que ese. Empecé a filmar por primera vez sin ningún plan, cosas sueltas, las ya típicas tomas desde la ventana de mi departamento, algún momento familiar, un momento público. Fue en esos días que me crucé una tarde con Piglia, que me habló por primera vez de su dificultad para enfrentar la lectura de sus míticos diarios. Tan míticos que hasta algunos amigos han dudado de su existencia real. Piglia abrió el ropero de su estudio, donde guarda la impresionante multitud de cuadernos idénticos en sus cajas de cartón. Con una especie de temblor ante lo sagrado, tuve entre mis manos y pude hojear uno de los cuadernos. Se me cayeron torpemente unos papelitos, y la fotografía de una mujer, guardada entre sus páginas. “No hay ningún secreto”, me dijo con una sonrisa, al recoger rápidamente los papeles del piso. No le creí. En ese momento, casi como un desafío, surgió la idea: ¿Por qué no filmar el “diario” cinematográfico que yo quería hacer, pero a partir de los diarios de Piglia? Es decir, filmar el diario de la lectura de un diario. A Piglia siempre le gustaron los riesgos, en la literatura y en la vida. Y era un riesgo exponerse así. Como él mismo dice de su diario: “Por supuesto, no hay nada más ridículo que la pretensión de registrar la propia vida. Uno se convierte automáticamente en un payaso”.

 
-Andrés Di Tella, julio del 2015

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